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#EL SABIO MOLINERO

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EL SABIO MOLINERO

 

En las afueras de aquel pueblo, a la orilla de un hermoso río, existía un viejo molino que había ido pasando de generación en generación. Ya nadie se acordaba de quién fué su primer propietario. En su interior el molinero andaba en su faena, de aquí para allá, vaciando sacos de grano en la torba, comprobando algún que otro engranaje, retirando los sacos ya llenos de una fina harina, caliente y olorosa,....

Mientras trabajaba pensaba para sí:

-¡Que afortunado soy! ; me encanta mi trabajo, parece como si hubiera nacido solo para ser molinero. No es demasiado duro físicamente, ni mucho menos monótono, estoy todo el rato muy entretenido y aunque paso mucho tiempo solo, el poder estar en compañía de mis pensamientos me agrada mucho, y de vez en cuando tengo la posibilidad de hablar un ratito con aquellos vecinos que vienen para que les muela el grano de su cosecha. Y, por si esto fuera poco, además me siento muy útil para todo el pueblo , pues de no ser por mi trabajo ¿quién podría comerse esos ricos panes que elaboran en sus casas las aldeanas?...

El molinero era amante de la vida serena y sencilla, gustoso de disfrutar de todos los buenos momentos que esta le ofrecía, como ir de pesca al rio con su hijo mayor, o como disfrutar de una agradable tertulia con sus amigos bajo la fresca sombra de las moreras.

Así se encontraba feliz y contento, canturreando siempre alguna cancioncilla.

Un dia pasó por allí un rico comerciante que acababa de comprar cien kilos de trigo en una granja cercana, y, pensando en conseguir beneficios lo antes posible, decidió molerlo en este molino que le cogia al paso, y ademas evitaría tener que esperar su turno en el molino al que solía acudir , pues aquel tenía siempre muchos encargos, viendose obligado a esperar al menos dos dias para tener hecha su molienda.

Se acercó al molinero y le preguntó:

-¡ Oiga, buen hombre! ¿podría molerme hoy mismo este trigo que acabo de comprar?

- Pues claro; si se espera usted un ratito en seguida empiezo a molerselo y antes del medio dia podrá recoger ya su harina.

Y así sucedió. Volvió el comerciante cerca de la hora de comer, y el molinero ya estaba esperandole en la puerta para despacharlo y poder marcharse a casa a degustar un sabroso puchero que seguro le había cocinado su mujer.

El comerciante, tras recoger su pedido y pagarle, no pudo menos que preguntarle:

-Me asombra la rapidez con que me ha podido atender, ¿es que tiene usted poco trabajo?-

-No, en absoluto; muelo cada dia desde la mañana hasta el mediodia, y por la tarde me quedo en casa cuidando de mi huerta y jugando con mis hijos-

-Pero ¿como?, ¿no muele por la tarde?- Volvió a preguntar el apresurado forastero-Que tiempo tan desperdiciado. ¿No se da cuenta de que otros molineros de los alrededores tienen trabajo acumulado?-

El molinero respondió que en su pueblo eran pocos vecinos, y no era extremadamente abundante el grano que traían a moler, prácticamente el necesario para su uso doméstico. Pero a él le parecía suficiente trabajo y sueldo.

El comerciante parecía indignarse con la respuesta del molinero, y como si tuviera que ver algo con él, le increpó, le dijo que era una perdida de tiempo, que lo mejor sería que fuera al pueblo vecino, mucho más grande que su aldea, y recoger parte del trigo que allí tenían acumulado pues el único molino que había no daba a basto ; así trabajaría también por la tarde sacando más provecho de su molino.

Tanto le dijo que acabó convenciendo al humilde molinero. Al dia siguiente decidió ir al pueblo vecino a ofrecer sus servicios, para lo cual, tuvo que pedir prestado el burro a un amigo, pues él no tenía.

Anochecía cuando su mujer, ya preocupada por su tardanza, lo divisó a lo lejos, con el carromato lleno de sacos de trigo y cebada. Estos le proporcionarían trabajo para varias tardes.

Y así fué yendo y viniendo a pueblos y ciudades de los alrededores. Para ello tuvo que comprar su propio caballo y carro, que le permitiría ir mas de prisa, y como ahora ganaba más dinero podía pagarlo.

 

De vez en cuando pasaba por allí aquel comerciante que tanto lo animó a ampliar su negocio, y siempre le dejaba algún encargo, y como siempre le corría prisa, el agradecido molinero, que ya para entonces tenía mucho grano para moler, se veía obligado a quedarse hasta altas horas de la noche para realizar su encargo.

Esto le digustaba a su mujer que recriminaba a su esposo por haber tomado ese pedido, a lo que este le respondía que se trataba de un buén cliente, gracias al cual había empezado a evolucionar su negocio; no podía fallarle, aunque tuviera que quedarse sin dormir.

Su fama de experto molinero y trabajador incansable fué extendiendose por la comarca, y esto le agradaba, aunque a cambio tenía que prescindir de esas tardes de sol y juego con sus hijos. En su pequeño huerto se acumulaban las malas hierbas; tampoco tenía tiempo para cuidarlo.

En casa su mujer se quejaba de que ya no le ayudaba ni a traer agua del pozo, ni le acarreaba la leña...

El negocio aumentó tanto que hizo construir un gran almacén junto al molino para guardar el grano y la harina. Además había instalado otra piedra de molino y así poder realizar el doble de trabajo en el mismo tiempo.

Ahora no canturreaba, ni se entretenía colocando su mano bajo la salida de la harina, sintiendo esa suave y cálida caricia como hizo otras veces.No , ahora todo era un ir y venir de prisa, sin detenerse un momento, buscando siempre la máxima eficacia.

Llegó a tener un almacén tan grande y lleno de grano y harina que empezó a temer ser robado. Antes no había albergado nunca temor alguno pues todo lo más almacenaba un par de sacos de trigo. A tanto llegó su miedo que decidió quedarse por las noches a dormir en el almacén, para lo cual dispuso un pequeño catre junto a la entrada, escondiendo bajo este un grueso palo para defenderse de los posibles ladrones.

Su hijo mayor le traía cada noche la cena, y le preguntaba siempre por qué se quedaba allí y no regresaba a casa. El molinero aprovechaba entonces para "instruirle" en las responsabilidades del negocio que algún dia él heredaría, y de lo importante que era por tener tantos clientes, y de cuantas ganancias le reportaba,...

Para seguir "progresando" contrató a varios obreros y amplió su ruta de recogida de grano. Así pronto se encontró con varios sueldos que pagar, una familia a la que le ofrecía cada vez más caros caprichos, y media docena de buenos caballos que podían tirar de sus dos grandes carretas.

A pesar del éxito cosechado el molinero "inexplicablemente" empezó a sentirse cada vez menos satisfecho, pero más atrapado en ese complejo mundo de los negocios.

Ahora no iba a pescar, pero su mujer podía comprar las mejores truchas del mercado, en cambio no era lo mismo; ya nada era lo mismo.

Entre sus vecinos había empezado a despertar poderosas envidias; y mientras que antes nadie le negaba el saludo, y le invitaban a un vino a la puerta de sus casas, ahora muchos tenían con él un trato interesado y poco sincero, y apenas se alejaba empezaban a criticarle y a hacer oscuras suposiciones sobre sus ingresos.

También su salud se vió afectada. Empezó con pequeños dolores aquí y allá, luego le acompañó una tos persistente y molesta, y poco a poco su vitalidad y energía disminuyeron tanto que parecía haber envejecido más de diez años en poco tiempo.

Su mujer estaba cada vez más preocupada, y en su soledad muchas noches lloraba sintiendo nostalgia de aquellos tiempos en que todos se sentaban alegres alrededor de la cena.

Aquella noche los pequeños duendecillos del trabajo se compadecieron de ella y decidieron ayudarla. Cuando estuvo preparada la sopa de la cena, en un descuido de la mujer, estos amiguitos añadieron unos extraños polvos en el plato del molinero. Un poco más tarde , su hijo le volvió a llevar la cena al almacén , y le deseó buenas noches a su padre.

-" Más que buenas noches , será una noche movidita"- dijeron entre risas y muy bajito los duendecillos que comtemplaban la escena escodidos entre las gruesas vigas del techo.

Apenas hubo cenado, un pesado sueño invadió al molinero y sin siquiera descalzarse se echó a dormir.

Su mente viajó y viajó hasta encontrarse de nuevo ante la puerta de su casa; en el cristal de la puerta vió reflejada una imagen desconocida para él; era un viejo encorvado y con cara de pocos amigos, lucía hermosos trajes pero su cara arrugada y su ceño fruncido no despertaba precisamente la confianza.No queriendo hacer caso a esta visión llamó a su puerta y salieron a abrir sus dos hijos pequeños que retrocedieron asustados. El les invitó a acercarse diciendoles que era su padre, pero ellos huyeron a su habitación. Al pronto asomó su mujer, con enormes ojeras, y el rostro demacrado por el sufrimiento y la soledad, pero ella tampoco lo reconoció. El insistió una y otra vez en que era su marido y que aquella era su casa, pero ella le gritaba, mientras le empujaba hacia la puerta, que su marido no era así , que aunque ya llevaba más de veinte años sin aparecer por casa ella le recordaba perfectamente con gesto amable y cariñoso, con una suave sonrisa de felicidad, con un alma serena y bondadosa,...y diciendo esto le cerró la puerta en sus narices ofreciendosele de nuevo la imagen que comtempló antes de llamar.

El pobre molinero quedó paralizado, se sentó en el suelo y ensimismado pudo comtemplar como un espectador la vida que llevaba ahora y la de antes. Quedó asustado al comprobar a donde le había llevado tanto afán por su trabajo. Empezó a comprender el verdadero sentido de la vida, y vió todos esos años perdidos en "aprovechar bién el tiempo". Se echo a llorar...

El primer rayo de la mañana que entraba por una rendija le acarició la cara. Despertó desecho y agotado; el rostro todavía humedo por las lagrimas. Pero en su corazón resurgió la esperanza.

Esa misma mañana vendió el almacén y los caballos, quedandose solo con uno, el que consideró que precisaba para su trabajo. Dejó de recorrer caminos y pueblos, y volvió a realizar el mismo trabajo como al principio. Sus vecinos lo consideraron loco por deshacerse de tan prospero negocio, pero después agradecieron haber recuperado un buén amigo.

Y lo más importante es que de nuevo regresó cada tarde a casa, y allí comenzó de nuevo a vivir.

 

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